Al margen de sus primeras obras, próximas a un barroco que entronca con un naturalismo rococó, en 1783 finalizaba la que sería una de las más clásicas, Teseo y el Minotauro, aunque más adelante ejecutaría un Hércules y Licas (1795-1802) dotada de un dramatismo y energía más propias del barroco. A pesar de ello, en 1793, Canovas se alejó por un momento del mundo clásico para enfrentarse a la iconografía cristiana: una afligida Magdalena penitente es tratada con un realismo acentuado por el carácter pictórico del modelado, propio del S.XVII.
Un poco más adelante, a su barroco "enfriado", subyacente en sus monumentos neoclásicos como el del Papa Clemente XIV (1783-1787) y el ya citado de Maria Cristina de Austria, creaciones solemnes y frías opondrá la alegría pagana de sus Danzarinas de los primeros años del Siglo, resueltas con una espontaneidad no siempre presente en su obra y que ofrecen un vivo constraste con el académica e inmóvil Paz (1812-1815).En los genios funerarios del Monumento a los Stuart (1819), de recogida melancolía, aparece un Canova en clara competencía con los relieves del Danés Thorvaldsen. Pero, de nuevo, la vena arcádica que alentaba el escultor ( su aspecto tal vez más seductor) aparece en sus imágenes de Hebe- en la cuarta y la última de 1817- o en la exquisitez de Las Tres Gracias (1815-1817), de un herotismo propio del espíritu rococó aunque carente de la vitalidad y la espontaneidad de las mejores obras de aquel estilo( la Gimblette de Clodion).
Monumento a María Cristina de Austria(1798-1805)
Tumba del Papa Clemente XIV(1783-1787)
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