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martes, 19 de abril de 2011

Esculturas más destacadas.

La defensa de Zaragoza: Este grupo es la obra cumbre del neoclasicismo español. Por su belleza formal y por su contenido se adscribe dentro de lo sublime. Alvarez Cubero sublima plasticamente un hecho sucedido en los Sitios de Zaragoza en la guerra de la Independencia. Uno de los defensores, que luchaba junto a su padre, al ver caído a este, acudío a su auxilio y lleno de furor y venganza combatío bravamente hasta caer herido de muerte. Para su ejecución se inspiró en diversas esculturas romanas y tiene en consideración el Creugante de Canova. En 1818 lo expuso en Roma en un vaciado de yeso, cobrando gran popularidad y admiración de hombres como Metternich y el Emperador de Austria.Alvaréz dotó a su obra de una nueva fuerza expresiva y originalidad en un modelado de fuertes contrastes y volumenes solidamente definidos.


Lucrecia moribunda: La gran aportación al neoclasicismo del arte catalán lo supone la compleja personalidad de Damián Campeny. De su catalogo destaca sobre todo su celebre muerte de Lucrecia, donde esta aparece sentada, recostada su cabeza inerte en el respaldo del sillón y con el puñal a sus pies. Como bien ha señalado Gaya Nuño, apenas es necesario advertir que el tema, la condición sedente del modelo y el acentuado dramatismo cifran el momento clasicista más agudo posible, el de la intersección del estudio de la escultura romana con un notorio influjo de Canova, a quien Campeny admira. Con un cuidado exquisito, conseguido a través de una meditada elaboración como muestran los numerosos estudios y bocetos, el escultor catalán convierte a una lozana mujer en delicada escultura clásico romántica. Indudablemente, ha partido su composición de los retratos sedentes de Canova y de la Agripina de los Museos Capitolinos de Roma, pero los resultados han sido una creación muy personal. Desgraciadamente, nunca podrá superarla, solamente la flora logra un mayor romanticismo, más sus calidades decrecen. Fue modelada en Roma en 1804 y desde allí enviada a Barcelona donde en 1833 con la ayuda de un marmolista italiano se pasó a mármol, y a bronce.

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