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jueves, 14 de abril de 2011

La brevedad neoclásica de Goya.

Si hay un primer Goya barroco, pintor de lienzos y de frescos de temática religiosa, y un goya elegante y rococó, sin embargo, como afirma Lafuente Ferrari, " para él, el neoclásico tenía que ser una farsa".
El artista aragonés, para quien arte y belleza eran dos cosas distintas, dificilmente podía someterse a las normas apriorísticas e intelectuales de lo que se entiende por "bello". Lo intentó en alguna otra ocasión pero, a lo que parece, con poca fe. Como otros artistas, aunque, en su caso, de manera mucho más acusada, Goya fracasó al tratar de sofocar sus espontaneidades plásticas.
Su visión del mundo y su manera de llevarla a la tela nada podrían tener en común con el dibujo casi caligráfico que contorneaba las ideales figuras de sus contemporáneos europeos. Si hay que creer a Iriarte, Goya ejecutó durante su estancia en Italia algunas pequeñas obras de tema Neoclásico con finalidades alimenticias. Algo hubo posiblemente de ello, porque sus óleos, y no los únicos, Sacrificio a Vesta y Sacrificio a Pan (1771), parece ser que los ejecutó en aquel país. Goya aparece en ellos como un pintor todavía vacilante, aunque su pincelada no se muestra aprisionada por la línea del dibujo nisiquiera en aquella temprana época de tanteos pictóricos.
Asímismo, en 1774, en sus óleos murales de la cartuja de Aula Dei de Zaragoza, y a pesar del asunto mariano de la temática, ejecuta unas imagenes cuya monumentalidad y serena gravedad reflejan innegables influencias neoclásicas( de estilo "arquitectonico", como las llamaría él mismo).
Se diría que en Goya aparece muy esporádicamente un intento de aproximación, hijo tal vez de esfuerzo racionalizador, al Neoclasicismo. Intento que tal vez se explique por la gran influencia y ascendencia de Mengs durante sus largos años de estancia en Madrid, y al que no seria tampoco ajeno la defensa y el gusto por este estilo de los amigos ilustrados del pintor. En 1787 le encargaron unos lienzos para la iglesia neoclásica del convento de Santa Ana de Valladolid. Bien por indicación, bien porque lo creyesen mas adecuado al espacio arquitectónico, al que iban a insertarse, realizó tres óleos de los que marginó su manera abocetada, su toque resuelto y su paleta cálida para optar por la ejecución de unas obras severas y de colores fríos en los que dominan los pardos, grises y blancos, especialmente en la figura de San Bernardo, en la que el pincel se recrea con cuidadoso esmero en los fines y acanalados pliegues que acuasan la verticalidad del Santo.
Sorprende saber que, en los años 90, en el cenit ya de su vida artística, Goya se sintió interesado por el inglés John Flaxman, y purista de la línea que tanto iba a influir sobre Ingres, y de quien imitó y copió algunos dibujos.
Aunque este hecho tal vez no deba extrañar, considerando el afán de Goya por aprender, lo interesante es señalar que a pesar de su conocida ambición y prematura por alcanzar pronto el éxito pudieran más en el artista el ímpetu y la expresión del lenguaje que le eran propios de la moda artística de la época.

Sacrificio a Vesta por Goya ;1771.

Sacrificio a Pan por Goya; 1771.

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